El pequeño libro La tyrannie de la communication[1] (La tiranía de la comunicación) del periodista Ignacio Ramonet, es un libro que apareció en 1999. Este libro no solo nos habla sobre el poder que tienen algunos medios de comunicación de masa, sino sobre todo que mal informado puede estar uno si no se busca más allá de lo que nos dice la televisión y los grupos de medios de comunicación.
“Informarse sigue siendo una actividad productiva, imposible de lograr sin esfuerzo, y que exige una verdadera movilización intelectual. Una actividad más noble, en la democracia, para que los ciudadanos se comprometan a dedicarle una parte de su tiempo, su dinero y atención”, escribe Ramonet.
El periodismo de revelación
En la actualidad (y desde hacía algunos años atrás) encontrar a los que ejercer la carrera de periodistas y los medios de comunicación con el rigor que requiere cada una de ellas, es cada vez más raro, “porque, después de la guerra del Golfo (1991), que había significado el triunfo y el apogeo de una información televisada fundada sobre el poder de la imagen, la prensa escrita buscó cobrarse su revancha. Ella lo obtuvo en el descubrimiento de nuevos territorios de información, que son: la vida privada de las personalidades públicas et los escándalos ligados a la corrupción y el mercantilismo. Es lo que podríamos llamar el periodismo de revelación (por oposición al periodismo de investigación).”[2]
La híper emoción
Es impresionante al nivel tan bajo como han llegado las cadenas de televisión en todo el mundo. En su gran mayoría son programas que solo buscan idiotizar a los ciudadanos (pero hubo una marcha contra este tipo de televisión en el Perú). Juegan con las emociones del público. “La híper emoción, cuanto a ella, que es la otra figura característica de la sobre-información -, siempre ha existido en los medios, pero ella permanecía la especialidad de los periodistas de una cierta prensa demagógica, que jugaba fácilmente con el sensacional, lo espectacular y el choque emocional. A la inversa, los medios de referencia apostaba por el rigor, la frialdad conceptual, y prohibían lo más posible el pathos manteniéndose estrictamente en los hechos, en los datos, en los actos”[3]
Se le reprocha a la televisión por primera vez durante la década de los 60 y 70, principalmente de convertirse en “instrumento del poder” y de querer “manipular las mentes” para el beneficio electoral del partido dominante. “Se pensaba que controlar la televisión equivalía a controlar el sufragio universal”[4]
En la actualidad, es una realidad que si se puede controlar o canalizar el malestar de la gente a través de la televisión, eso es una forma de controlar la mente de los ciudadanos, pero para Ramonet no es así. “Desde el general Pinochet (Chile) al general Jaruzelski (Polonia), todas la dictaduras que creerían poder afrontar sin temor las urnas bajo pretexto que ellos controlaban desde años los medios, y principalmente la televisión, conocerían un fracaso humillante.
Los franquistas en España y los comunistas en Rusia, a pesar de su control absoluto de los medios durante decenios, perderán las primeras elecciones libres después de la caída de los regímenes autoritarios. Lo que muestra bien que el control de los medios y la dominación de la televisión no producen, automáticamente, el control de las mentes[5]”
Si los medios de comunicación solo queda en manos de privados, la probabilidad de emitir programas sensacionalista, exageradamente perverso, etc. es muy alto cuando no se tiene instituciones que pueden controlar o limitar el contenido de ciertos tipos de programas. “La desconfianza, esencialmente política se terminó en muchos países – en Francia, en 1982 – con el fin del control directo ejercido por los gobiernos sobre la información televisada, y con la creación de instancias de regulación del audiovisual – tales que la Alta Autoridad, la Comisión Nacional o el Consejo Superior del Audiovisual”[6]
Los medios de comunicación siempre juegan con la emociones, con la imágenes, etc. Porque así se logra romper la barrera de la resistencia del cerebro contra las “diversiones”, se busca lo irracional antes que la razón. “La prensa escrita cree entonces poder recrear la emoción experimentado por lo telespectadores publicando textos (reportajes, testimonios, confesiones) que juegan, de la misma manera que las imágenes, sobre el registro afectivo y sentimental, dirigiéndose al corazón, a la emoción y no a la razón, a la inteligencia”[7]
La única forma de ir en busca de la verdad, es confrontar informaciones de todos los medios posibles, solo así podría uno evitarse conclusiones sesgadas a la realidad. “En nuestro medio intelectual, la verdad que cuenta es la verdad mediática. ¿Cuál es esta verdad? Si, a propósito de un acontecimiento, la prensa, la radio y la televisión dicen que algo es verdad, él será establecido que eso es la verdad. Incluso si esto es falso. Como ahora es cierto lo que el conjunto de los medios de comunicación acreditan como tal.
Entonces, el solo medio del que dispone un ciudadano para verificar si una información es verdadera es confrontar los discursos de los diferentes medios de comunicación. Entonces, si ellos todos afirman la misma cosa, no hay más que admitir este discurso único….”[8]
En La Tyrannie de la communication se pone como ejemplos muchos casos que resultaron completamente falsos o simplemente fue ignorado intencionalmente muchos acontecimientos que requerían una intervención rápida para evitar finales fatales, “por ejemplo, sobre el genocidio de Ruanda en 1994, cuando los Hutus exterminarían cerca de un millón de Tutsis. Las informaciones sobre este acontecimiento fueron primero confusos porque ellas no llegaban a Francia que a inicios de mayo – las masacres habían comenzando desde el mes de abril – es decir en el momento donde todos los medios de comunicación estaban ocupados en cubrir el Festival de Cannes. Es muy significativo, en este contexto, que estos últimos hayan consagrado más espacio a evocar este ‘gran acontecimiento” que era la película del Bernard-Henry Lévy, Bosna!, en lugar de hablar de Ruanda. Esto prueba bien que una barbarie puede ocultar otro”[9]
Falsificar y trucaje
Los espectacular siempre buscan ciertos periodistas los medios de alance a gran escala. “La búsqueda de lo sensacional a todo precio que puede conducir a aberraciones y a los “trucajes”. Y según el periodista Annik Cojean, “el trucaje en el lenguaje periodísticos, es mentir; falsificar una investigación para darle, una fuerza, un aspecto espectacular o una conclusión que podría no haber tenido, distorsionar un reportaje disfrazando ciertos elementos; presentar como la realidad una situación nacida de la imaginación del periodista, de sus supuraciones o de observaciones no verificadas.”[10]
En los medio de masa, siempre hay el trucaje y las mentiras, pero también las veces se van incrementando. Ignacio Ramonet recuerda lo que el periodista Christopher Jones había publicado en 1981 sobre la guerra de Camboya, Vietnam, Khmer Rojo en el diario del New York Times, que al final todo era falso. “Sin jamás haber viajado al lugar de los hechos, el brillante periodista los había escrito sacando de su sola imaginación, confortablemente instalado al borde de su piscina de Marbella en España”[11]
La Tiranía de la Comunicación, tiene un poder que puede hacerte creer que todo es verdad y real. “En 1982 una periodista del Washington Post, Janet Cooke fue galardonado con el premio Pulitzer por un extraordinario reportaje sobre el pequeño Jimmy, un adicto a la heroína de 8 años … que jamás existió” [12]
En casos de guerra, los grandes medios de comunicación jamás dan la oportunidad de expresarse en sus canales a los que se oponen a la guerra. ”Estos medios de comunicación pertenecen a grandes conglomerados, del cual ciertos tienen un interés en la industria de guerra. La cadena NBC es el propietario de General Electric, uno de los principales proveedores del ejército. En 1991 no fue por casualidad, NBC tenía el tono más guerrero…”[13], según la citación de una publicación del diario Le Monde.
En todo esto también esta lo que Frédéric Beigbeder describe en su novela 99 Francos, es decir la influencia de los juegan con tus deseos de manera sicológica. “Publicistas y anunciantes ejercen también sobre los medios de comunicación una influencia innegable y perverso”[14], nos dice Ramonet.
En todo esto y en plena mutación de las formas de acceder a la información y frente a tanta que llegan cada segundo, es necesario saber elegir los que de alguna manera demuestran cierta fiabilidad, credibilidad, autentico, etc. Y, para eso, se requiere un poco de trabajo, “porque querer informarse sin esfuerzo es una ilusión que cae bajo el mito de la publicista antes que la movilización cívica. Informarse cansa, y es a este precio que el ciudadano adquiere el derecho de participar inteligentemente en la vida democrática”[15]
Todos los medio se están alineando sobre una misma línea, donde solo se da en prioridad al voyerismo, al sensacionalismo, a las cosas, rápidas y divertidas. Un periodismo en el sentido digno del término casi está en extinción, artículos cortos, con títulos que llaman la atención, etc. Bajo este panorama, el autor de este libro La Tiranía de la comunicación, escribe: “Muchos ciudadanos que no encuentran, más en sus páginas de su diario, un análisis diferente, más rebuscado; más exigente que aquella que propuesta por el noticiero televisado. Esta simplificación es tanto más paradójica ya que el nivel educativo global de nuestras sociedades no dejó de elevarse”[16].
Movilización intelectual
Al final del libro Ignacio Ramonet escribe: “Informarse sigue siendo una actividad productiva, imposible de lograr sin esfuerzo, y que exige una verdadera movilización intelectual. Una actividad más noble, en la democracia, para que los ciudadanos se comprometen a dedicarle una parte de su tiempo, su dinero y atención.”[17]
Porque informarse no es un pasatiempo inútil; "es una disciplina cívica donde el objetivo es de construir ciudadanos".
Un pequeño libro que nos ilustra muy bien cómo ha ido cambiando los diferentes medio de comunicación, sus compromisos, sus parcialidades, sus intereses camuflados, sus mentiras, sus influencias que producen, sus manipulaciones, etc.
Notas:
[1] Ignacio Ramonet, La tyrannie de la communication, éditeur Gallimard, édition augmentée, Éditions Galilée, 1999 ; 2001 pour le chapitre « Loft Story », Collection Folio/actuel N° 92, 290 pages.
[2] id. p.25
[3] id. p.35
[4] id. p.40
[5] id. p.41
[6] ibid.
[7] id. P.45
[8] id. p.81
[9] id. p. 82
[10] id. p. 116
[11] id. p.117
[12] ibid.
[13] id. p.242-243
[14] ibid.
[15] id. p. 280
[16] id. p. 281
[17] id. P.282
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